EL PADRE BENJAMÍN, IN MEMORIAM

El P. Benjamín ha partido de este mundo para acogerse a los brazos del Padre, bajo la mirada maternal de la Virgen del Carmen, el pasado día 13 de junio. Tenía 90 años de edad y se fue sin hacer ruido, por sorpresa, casi de repente, cuando aunque veíamos que decaía poco a poco su salud y las fuerzas le iban abandonando, aún no lo esperábamos.

Es difícil despedirse de un amigo al que, como en mi caso, conoces y tratas por espacio de cerca de medio siglo, manteniendo con frecuencia largas y gratas conversaciones y compartiendo experiencias, actividades y confidencias. Pero la muerte es ley de vida, y sabemos por la fe que, aunque ya no vayamos a verle más con los ojos de la cara, él está y estará siempre a nuestro lado, echándonos una mano e intercediendo por nosotros.

Benjamín García García había nacido en San Vicente de Arana (Álava) el 8 de diciembre de 1928, hijo de Celestino y Leocadia, quienes engendraron una hermosa prole de hijos. Sintió pronto la llamada del Carmelo, tomando el hábito el 5 de septiembre de 1944 y haciendo su profesión el 8 de septiembre del siguiente año. Adoptó entonces como religioso el nombre de Benjamín del Niño Jesús. Aunque pasó por el colegio de Villafranca, no tardaba en marchar con otros compañeros a la India, donde completó sus estudios teológicos y recibió la ordenación sacerdotal; fue en Alwaye, el día 17 de marzo de 1952.

Más de una década pasó en aquella misión asiática de la cual guardaba los mejores recuerdos, que conservó hasta el final de sus días. Aprendió allí el inglés y los dos idiomas nativos que más se hablaban en la región de Malabar, lenguas las tres que dominaba a la perfección. ¡Cómo le gustaba contar hechos, vivencias y anécdotas de tan lejanos tiempos y de tan remotas tierras! Se le habían quedado grabados en la memoria con tal nitidez que, cuando los narraba sin omitir detalle, tenía el oyente la impresión de que se trataba de sucesos ocurridos la víspera.

Vuelto a España a comienzos de los años 60, no tardó en venir a parar a Cantabria y, descontando un sexenio intermedio durante el que estuvo destinado en Logroño, aquí ha transcurrido el último medio siglo de su larga vida: En Soto Iruz, en el Santo Desierto de Rigada (Hoz de Anero) y en Santander, a donde llegó en 1981 siendo nombrado párroco ese mismo año ante la partida para Colombia de su antecesor en el cargo, P. José Sesma. En los tres conventos de la región en los que residió desempeñó diferentes responsabilidades, tocándole ser superior en algunos períodos, coadjutor y párroco en la casa de la capital de Cantabria en otros, etc. Y el papel que jugó en la completa y magnífica restauración del edificio noble de El Desierto, que estaba declarado monumento nacional desde 1977 pero se hallaba poco menos que en ruinas, resultó tan crucial como meritoria.

También, durante muchísimo tiempo y prácticamente hasta última hora, fue confesor de las Carmelitas Descalzas de Maliaño, Sierrapando (Torrelavega) y Ruiloba, tarea que atendió siempre con un cariño y un celo admirables a pesar del sacrificio que habían de suponerle los desplazamientos en autocar de línea a esos lugares, recorrer largos trechos a pie a la ida y a la vuelta, etc. Hablaba siempre con respeto, admiración y cariño de las religiosas, manifestando que eran un ejemplo que los frailes deberían imitar.

Otro rasgo de su personalidad fue el gran sentido de Iglesia que tenía. Reuniones diocesanas o de arciprestazgo, convocatorias episcopales al clero y cosas por el estilo resultaban sagradas para él, y no faltaba a ninguna salvo por causa muy de fuerza mayor. Lo mismo ocurría con los oficios litúrgicos solemnes en la Catedral (Misa Crismal, celebración eucarística y procesión del Corpus Christi, etc.); concurría a ellos y concelebraba con el Obispo y el Cabildo aunque apenas algún otro sacerdote o religioso de la ciudad lo hiciese. A su entender, constituían expresiones tangibles de unidad eclesial y revestían por ello la máxima importancia.    

Característica suya fue también la de poseer un pensamiento racional muy acusado y una apertura de miras digna de elogio. Era profundamente creyente, pero nada mojigato. Es más, teniendo por naturaleza un carácter fuerte, le sacaban de quicio las ñoñerías, las puerilidades, los fanatismos y cosas así. No le atrajeron mucho los libros, pero su evidente sabiduría procedía de un impecable sentido común, de un recto juicio a prueba de balas y de una honestidad mental absoluta.

Siempre le acompañó su gran curiosidad por la Naturaleza y por cuestiones técnicas y mecánicas. ¡Cuántos árboles plantó, cuántos injertos de frutales hizo, cuántos aparatos y objetos de todo tipo reparó y puso a punto! Fue un auténtico “manitas”, en los conventos en los que él estaba no hacía falta recurrir a profesionales de fuera, el P. Benjamín era el “arreglalotodo” que nunca fallaba. Hasta que las fuerzas le abandonaron, el reloj y las campanas de nuestra torre funcionaron adecuadamente gracias a él.

Con su boina calada de la mañana a la noche, con su aspecto de campesino “de toda la vida” honrado y cabal, que se transformaba cuando -por ejemplo en las procesiones de la Hermandad Penitencial de la Inmaculada que acompañó varios años- vestía el hábito carmelitano, el cual le otorgaba una estampa incluso elegante, la presencia del buen fraile entre nosotros en los últimos tiempos, ya menos hablador y algo despistado pero siempre ahí, resultaba grata y confortadora, era como tener al abuelo en medio recordándonos, sin decir nada, que somos familia.

No volverá a ser así en adelante, pero el recuerdo, la gratitud y el cariño perdurarán en muchas personas, contándose entre ellas los feligreses que asistimos el 15 de junio a su funeral, concelebrado por hasta 20 religiosos carmelitas y sacerdotes diocesanos a los que presidió el P. Provincial de San Joaquín de Navarra, P. Luis Aróstegui, quien en su homilía hizo una hermosa biografía del finado. También estuvieron presentes los sobrinos de este, llegados de Álava.

Descanse en paz el P. Benjamín y que cuide desde el Cielo de nuestra comunidad y de nuestra parroquia carmelitanas de Santander.
        

         FRANCISCO GUTIÉRREZ DÍAZ

            (Esta necrológica se publicó en el boletín parroquial de los PP. Carmelitas de Santander Cristo entre nosotros, número correspondiente a julio-agosto de 2019). 

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