Teresa
Benedicta de la
Cruz (Edith Stein), mujer y mártir perteneciente al Pueblo de
Dios. Enséñanos, junto con María, mujer judía como tú y
Madre de todos, a subir la ruda, pero amena, Montaña del
Carmelo.
A todo lo dicho y prudenetemente
reformado, añadimos, con el permiso de ustedes, lo siguiente:
EDITH
STEIN MÁRTIR DE AUSCHWITZ
La Carmelita, Judía, Alemana, Folósofa EDITH
STEIN subió, como se dice, a la gloria de Bernini (aunque su
serena fotografía aparecíó enmarcada entre los andamiajes -
casi entre barrotes - que tapan la fachada en restauración de la
Basílica de San Padro), con el nombre de TERESA BENEDICTA DE LA
CRUZ. Tal evento tuvo lugar el 11 de octubre de 1998, víspera
del cumpleaños de Edith (12 de octubre de 1891)
Del evento damos la siguiente y breve
crónica, ya enunciada (aunque la abreviamos para nuestros
lectores):
Nuestro
viaje a Roma y Polonia
10 - 18 octubre 1998
Félix
Núñez Uribe
Varias veces me ha pedido
amablemente el Padre Juan Cruz que escriba mis recuerdos de aquel
impresionante viaje. Estuvimos juntos y formamos entre todos una
hermosa familia. En vuestro honor, voy a escribir estas líneas.
Día 10 de octubre, sábado
La víspera llovía a cántaros. Si así iba a ser todo el viaje,
ya podíamos encomendarnos a Santa Bárbara, la de las tormentas,
a ver si las paraba un poco. Paraguas, chubasqueros, gabardinas,
plásticos... todo parecía poco.
Al día siguiente, a las 6 de la mañana, en la plaza de los
Carmelitas, todos los viajeros estábamos en el autobús
dispuestos a empezar nuestra aventura. En Radio Vitoria se
enteraron todos de que estábamos de viaje, camino de Roma,
porque a las 9,30 de la mañana simulé, en una grabación,
hablar desde el aeropuerto de Madrid y lo conté todo. Vitoria ya
estaba enterada de nuestra salida. Ya éramos más famosos que el
Celedón.
Montamos en el avión de Alitalia. Las comidas aéreas son para
enanos. Sitio pequeño, mesita mínima, platos chiquitines,
tenedores de juguete, panecillos para un diente, bebida
invisible. Pero todo muy rico, a juzgar por las sobras que
dejabais. ¡Qué tragones habéis sido en todo el viaje!
Llegamos a Roma, al aeropuerto internacional Leonardo da Vinci.
Un amable guía nos lleva a ver algunos lugares de la ciudad: la
basílica de San Pablo, por ejemplo. En la fontana de Trevi
arrojamos unas monedas con la mano izquierda, hacia atrás, como
mandan los cánones. Estamos seguros de que gracias a este alegre
rito, volveremos a Roma dentro de muy poco tiempo. Y si no
volvemos, nos aguantaremos. Por fin, estamos en el Hotel
Hermitaje, de unas cuantas estrellas. Está en quinto pino.
Dormimos como lirones.
11 de
octubre, domingo
Dos horas antes del comienzo ya
estamos en la plaza de San Pedro. Las sillas están mojadas. Los
más santos saben que no va a llover. Los que aún estamos en las
segundas moradas de Santa Teresa no sabemos si nos vamos a hundir
hasta las orejas. Ganan, como siempre, los hombres de fe.
La ceremonia ha sido grandiosa. Estaba en la tribuna, cerca del
Papa, Helmut Kohl, presidente de Alemania, al cual le aplaudimos
calurosamente al verle entrar subiendo por las gradas. El Papa ha
proclamado santa a Edith Stein con estas palabras en latín:
"Para honor de la Santa e Indivisa Trinidad, para
exaltación de la fe católica y incremento de la vida cristiana,
con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los santos
apóstoles Pedro y Pablo y la nuestra, después de una madura
deliberación, habiendo implorado con fervor la ayuda divina, con
el consejo de muchos Hermanos Nuestros, declaramos y definimos
que la Beata Teresa Benedicta de la Cruz es Santa, la inscribimos
en el catálogo de los santos y decretamos que sea venerada con
piadosa devoción entre los santos en toda la Iglesia
universal".
Era una hija de Israel que, durante la persecución de los nazis,
ha permanecido como católica, unida con fe y amor al Señor
Crucificado, Jesucristo, y como judía, a su pueblo.
Al día siguiente L'Osservatore Romano publicaba una edición
especial para comentar aquella canonización. Ponía titulares
así: Juan Pablo II proclama a Santa Edith Stein "eminente
hija de Israel y fiel hija de la Iglesia". Luego ponía un
comentario de actualidad con este titular: "En el desierto
de muerte de Auschwitz, junto a Maximiliano Kolbe, el Señor de
la Historia ha suscitado una nueva santa". En la homilía,
el Papa pronunció estas hermosas palabras: "Santa Teresa
Benedicta de la Cruz nos dice a todos nosotros: No aceptéis
ninguna verdad que esté privada de amor. No aceptéis como amor
aquel que esté privado de verdad".
Hubo muchos comentarios en la prensa mundial a cuenta de esta
canonización. Naturalmente los judíos la veían con desagrado.
No en vano se trataba de una judía escapada de la religión de
sus padres y unida a Aquel que murió en Jerusalén colgado de
una cruz, después de haber pasado por un tribunal judío.
Naturalmente, los judíos no podían ver con buenos ojos esta
canonización.
Otros opinaban que si le habían matado por ser judía, ¿por
qué se le hacía santa y mártir? Pero es que la mataron,
además de ser judía, por ser católica, después de aquella
carta que habían escrito los obispos holandeses en contra de la
persecución a los judíos. Además, ella había hecho algunos
milagros sorprendentes. Y además, la Iglesia puede declarar
santa a toda persona que, a su juicio, demuestre virtudes
sorprendentes ante el resto de los fieles cristianos.
Santa y bien santa, aquella mujer que demostró una firmeza de
roca en la fe, cuando mucha gente la perdía en medio de aquel
infierno. Sostenía su fe y la de los demás, cuando muchos
escupían al cielo exigiendo a Dios su protección.
En la crónica de este viaje queremos dejar constancia de un
aspecto de su vida que nos muestra el carácter de aquella mujer,
para defender la fe cristiana ante todos sus compañeros de
carrera.
UN
RETRATO DE EDITH STEIN
Compré un libro que anunciaba la
amistad de Edith con Roman Ingarden. Es cierto que el libro tiene
un 90 % de temas profesionales: que si está escribiendo un
artículo, que si no le reciben un libro en una editorial, que si
no tiene un duro, que si está corrigiendo los libros de otros
filósofos. Es verdad.
Pero también es verdad que de las 162 cartas que hay en el
libro, se pueden escoger unas 30 que lo dicen todo. De estas 30
voy a hablar yo, porque ellas nos pueden ayudar a comprender el
carácter de esta gigantesca mujer, Edith Stein.
Primero, un breve resumen de la vida.
1891, nace en Breslau, Alemania, (hoy es Polonia) de una familia
judía. 1914, pierde la fe judía. Se puede decir que es atea.
Tiene 23 años.
1916, es doctora en filosofía. Una eminencia destacada. Su
profesor (Husserl) le tiene como ayudante en la cátedra, nada
más terminar la carrera. Tiene 25 años.
1917. Muere en la guerra un chico a quien conoce. Va a visitar a
la viuda y la encuentra completamente serena. Eso le deja a ella
marcada. "Esta mujer debe tener algo dentro especial,
sobrenatural, extraterrestre, que le hace ser así". Tiene
26 años.
1921, en verano, lee la vida de Santa Teresa, escrita por ella
misma, y se convierte al catolicismo. Tiene 30 años.
1922. Se bautiza en la Iglesia Católica. Tiene 31 años. Su
madre, fidelísima judía, la odia por haberse hecho católica.
Ahora se tira 11 años dando conferencias, clases, escribiendo
libros, en una actividad increíble.
1933. Se hace carmelita en el convento de Colonia (Alemania).
Tiene 42 años.
1938. Marcha a un convento de Holanda, porque ve que en Alemania
peligran los judíos, como ella. Tiene 47 años.
1942. El 2 de agosto es detenida por la policía alemana, la
Gestapo. La llevan a Auschwitz. Entre el 8 y el 12 de agosto,
entra en la cámara de gas y es incinerada en un crematorio.
Desaparecen sus restos. Tiene 51 años. Durante la estancia en
Auschwitz ayuda y anima valientemente a todos los judíos que van
a ser exterminados como ella en las cámaras de gas.
Según este itinerario, podemos ver cómo es esta mujer a través
de las cartas que se escribe con su amigo Roman. Este es un chico
dos años más joven que ella. Filósofo como ella, se han
conocido en clase. La primera carta que tenemos es de 1917,
cuando Edith tiene 26 años. Ya es doctora. Es toda una
personalidad. Quizá se escribieron antes, pero en el libro, la
primera es ésta.
El es un individuo que escribe poco. Por lo cual ella está
desesperada. En todas las cartas le trata de usted; quizá es que
en aquel tiempo la gente era muy estrecha. Sólo hay una carta en
que ella le trata de tú (en 1917), pero a la siguiente vuelve el
usted. ¿Por qué estos cambios? No se sabe.
Le dice: "Una vez más quisiera estar esta tarde contigo y
contarte algunas cosas que debo decirte. En primer lugar, pedirte
perdón ya que últimamente, influida por los difíciles días
que tengo ante mí, fui incapaz de tener un momento de alegría.
Lo que ahora busco es tranquilidad y el restablecimiento de mi
autoconciencia, completamente deshecha."
Estas cartas de ella, él no las rompía, por lo cual las podemos
leer. Pero las cartas de él, ella las rompió. ¿Fue por
prudencia? ¿Fue porque la amistad se venía abajo? Tampoco se
sabe. Pero sólo se conservan las cartas de ella.
En 1919, dos años más tarde, el amigo, inesperadamente, se
casa. Ella le escribe:
"Hoy recibí su carta, la primera señal de vida, después
de muchos meses. Ante todo, mis deseos más cordiales para la
nueva vida que ha comenzado usted. El asunto me sorprendió por
completo, ya que contra lo que usted supone nunca me había dicho
una palabra acerca de su mujer. Pero que algún día tendría que
hacerse realidad una tal nueva vida es algo que siempre he
esperado, y si la vida la proporciona lo que yo espero, nadie se
alegrará tanto como yo. Naturalmente, mi amistad con usted sigue
invariable. Lo que se refiere a lo otro, que todavía dura,
preferiría que pudiera enterrarlo dentro de sí y que quemara
también las cartas mías que todavía obran en su poder."
En 1921 (a los 30 años) se convierte. Pasan 11 años antes de
entrar al convento. En este tiempo da clases y escribe mucho. Le
dice a su amigo con quien se sigue escribiendo:
"En torno a Pascua recibí inesperadamente una oferta de dar
clases en Espira. Y una vez que mi madre hubo superado en cierto
modo su animadversión, acepté inmediatamente. Se trataba de un
antiguo y grande monasterio de Dominicas. Así, pues, aquí estoy
colocada, doy clases de alemán en cuatro cursos, además de
historia en un curso. Como pequeña ocupación complementaria,
pronto se organizó un curso de filosofía para las Hermanas del
Colegio. También, desde hace cierto tiempo, doy clases de latín
para dos hermanas jóvenes que deben hacer el bachillerato. En su
mayoría, las alumnas están en internado, y allí vivo yo
también. Mi habitación es muy pequeña, pero en ningún sitio
me he sentido tan a gusto."
Edith es una mujer de un carácter tremendo. Primero se
decepcionó porque su amigo se casó. Ahora se enfada porque
Roman se ríe de la fe católica que ella ha abrazado. Y no
aguanta que el otro se cachondee. Le escribe así:
1924. "¿Cuanto tiempo ha empleado usted (en la clase de
religión en la escuela) en el estudio del dogma católico, de su
fundamentación teológica, de su desarrollo histórico? ¿Y se
ha planteado siquiera una vez la pregunta: cómo se explica que
hombres como Agustín, Anselmo de Canterbury, Buenaventura,
Tomás aparte de los muchos miles, los cuales no eran menos
inteligentes que nosotros, gente ilustre que estos hombres hayan
visto en el dogma lo único por lo que merece la pena ofrecer la
vida? ¿Con qué derecho puede usted calificar a los grandes
maestros y grandes santos de la Iglesia como chorlitos o como
astutos embusteros? ¿Quiere usted plantearse estas cuestiones
imparcialmente y contestarlas?"
1926. "La fe, como fuerza creadora y transformadora,
experimento realísimamente en mí y en otros, la fe que ha
levantado las catedrales de la Edad Media y la no menos
maravillosa obra de la liturgia eclesiástica, la fe, a la que
santo Tomás llama "el principio de la vida eterna en
nosotros", ante ella, todo escepticismo se me hace trizas.
Esto dicho, ahora haga lo que le parezca".
1927. "Donde falta la propia experiencia, uno debe apoyarse
en testimonios de hombres religiosos. De esto no hay escasez.
Según mi modo de entender, los más impresionantes son los
místicos españoles Teresa de Jesús y Juan de la Cruz."
1928. "Esto es lo que tengo que decir: estoy convencida no
sólo desde el punto de vista religioso, sino también
filosófico de que hay cosas que están más allá de los
límites de las posibilidades del conocimiento. La filosofía
entendida como ciencia del conocimiento puramente natural, puede
reconocer estos sus límites."
En una carta se niega a tratarle de "tú". Y le explica
el porqué.
1929. "Espero que su alegría del Año Nuevo no quede
empañada porque, pese a su ruego, siga escribiendo
"usted". Gustosamente hubiera concedido el pequeño
ruego. Pero sería falso, no correspondiéndose a mi manera de
sentir, y una cosa así no la querría usted mismo. El amor que
no es de este mundo atraviesa todas las paredes materiales, no
conoce limite de tiempo y espacio, pero debido a ello todo lo
demás quedará fuera. Si esto le molesta, lo siento, pero yo no
puedo cambiarlo."
Por fin, en 1933, a sus 42 años decide hacerse carmelita de
clausura. Se lo dice a su amigo, a pesar de que sus relaciones se
están enfriando mucho.
1933. "Desde hace mucho, nada hemos oído el uno del otro.
Los dos últimos meses me los he pasado con mi madre y ahora me
encuentro de camino hacia Colonia, para ingresar mañana allí en
el convento de las carmelitas. Es un plan antiguo, que ha llegado
a su madurez a través de las presentes circunstancias."
1933. "Reciba el primer saludo desde la silenciosa celda. Me
haría cargo perfectamente de que usted no viera con buenos ojos
este paso. Sin embargo, todos mis viejos amigos deberían
alegrarse conmigo de que finalmente haya aterrizado donde
pertenecía desde hace mucho tiempo. Para mí no fue en absoluto
una decisión novedosa, sino más bien la ejecución de una muy
antigua, para la que las actuales circunstancias dieron el
empujón. Y para nadie de cuantos me querían, esto significa una
pérdida, sino que todos deben participar de la ganancia que a
mí me reporta. Los asuntos de mis amigos siempre seguirán
interesándome. Si deseara conocer algo del espíritu del
Carmelo, debería tomar en sus manos los escritos de nuestros
grandes santos Teresa de Jesús y Juan de la Cruz."
Edith había recibido una felicitación por parte de Roman en
Navidad. Llega el día de la toma de hábito, y el amigo cambia
de postura. Ella que no es tonta, le sale al paso y le contesta
de esta clarísima forma.
1934. "En Navidades decía usted que se alegraba de corazón
de que yo hubiera encontrado aquí la felicidad. El recuerdo de
este hecho y con ello la misma alegría han vuelto a desaparecer
otra vez de usted en los meses posteriores, de manera que para mi
hermosa fiesta de toma de hábito he recibido en compensación un
muy ácido deseo de felicidad. Sólo que una única gota de
vinagre en un mar de dulzura no puede hacer mucho. Pero lo siento
por usted, que no haya tenido parte en mi alegría."
1937. "Mucho me he alegrado de tener noticias suyas. Ahora
quiero demostrarle que no espero tres años para dar la
respuesta. No creí que usted se enfadara conmigo a causa de mi
entrada en la Orden. No podría atribuirle a usted una reacción
objetivamente tan imposible a una decisión, en último término
personal. Pensé únicamente que en mi última carta podría
haber algo que le quitó las ganas de escribir. Si no fue así,
tanto mejor. Por propia experiencia comprendo perfectamente lo de
la falta de tiempo y por tanto le dispenso de escribir, a no ser
que tuviera algo en el corazón que quisiera decir gustosamente.
Para nosotras, lo mismo vale pelar patatas, limpiar ventanas o
escribir libros. Pero en general, se emplea a la gente para
aquello que más vale. Por esta razón, es mucho más raro que yo
pele patatas que escriba. Recibí el encargo de concluir para la
imprenta un gran borrador que había traído conmigo. Enseguida
eché mano del borrador y comencé a escribir de nuevo. El
resultado ha oído una obra en dos volúmenes sobre "Ser
infinito y ser eterno". Pronto hará cuatro años que estoy
aquí. ¿Podría usted decidirse a llamarme "Hermana
Benedicta" como yo me he acostumbrado? Con "señorita
Stein" tengo que ponerme a pensar que cosa es eso."
Cinco años más tarde, en 1942, a sus 51 años, era detenida por
la Gestapo y subía al cielo por la chimenea de Auschwitz.
Aquella terrible chimenea que veían aterrados todos los que
esperaban la muerte en aquel desgraciado campo de exterminio.
No nos queda sino dar las
gracias a nuestro compañero de viaje don Féliz Núñez. Hasta
la siguiente. |