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XIII
LO TENGO MUERTO EN MIS BRAZOS
(Te adoramos, Cristo, y te bendecimos)
Ha muerto. Ahora
sí, ya me puedo acercar. ¡Es mi hijo!
Dejadme abrazarlo. Dejadme darle el último beso.
Es el mismo, desfigurado, herido, muerto; pero el mismo. Murió amando;
miradlo en los ojos abiertos, sin vida, pero ojos de amor.
Los que lo habéis matado, vosotros, los de todos los siglos, pecadores,
venid a verlo, murió amando.
Los que lleváis a Cristo muerto
en vuestra alma, venid a mí, soy su madre;
quiero tenerlo, y os quiero
tener en mis brazos.
Quiero sufrir, también, junto a vosotros,
muertos
por el pecado; quiero daros la vida,
ser plenamente vuestra madre.
El pecado, sólo él, ha puesto así a mi hijo, al que tengo
muerto entre mis brazos. Ha muerto por salvar vuestra alma, por darle vida;
no estéis muertos vosotros, los que ya sois mis hijos; los hijos de
mi corazón doloroso.
(Hemos pecado, Señor,
Ten piedad de nosotros)
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