Ya está Nuestra Señora en la calle.

Hace un rato que se le ha colocado con mucho cariño la corona y el escapulario y ahora está radiante, preparada para dar un glorioso paseo con todos sus hijos.
Días atrás el tiempo jugaba con el ánimo de todos nosotros y nos hacía presagiar lluvias desaprensivas, pero llegó el momento y el Sol se reafirmó en su cátedra no queriendo abandonar el brillo en toda la tarde.
Ya había venido justo el Rosario de la mañana, porque, apenas finalizaba, se entraba en la iglesia con una llovizna. Pero la tarde no ofrece duda: el astro rey capitanea sin nubes y la Madre nos ofrece sin miedo su mano.